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Cordura

· ¡Cómo está el mundo! ¡Dónde iremos a parar! Son dos expresiones que dudo que exista alguien que nunca las haya oído, pues se han venido repitiendo permanentemente a lo largo de la historia sobre todo en la boca de los reacios al cambio, que siempre los ha habido y siempre los habrá

domingo 09 de marzo de 2025, 10:51h
Cordura
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Siendo frívolo, ya recurrieron a tan manidos enunciados por ejemplo en el año 1966 los integrantes más recatados de la civilización occidental cuando Mary Quant presentó la minifalda, y luego de nuevo una vez más realmente no ha ocurrido nada reseñable por causa de este invento, que realmente no fue para tanto pues en la antigua Roma los legionarios y los centuriones ya la utilizaban; no debemos olvidar que la práctica del adanismo consistente en despreciar toda la experiencia previa de las cosas y actuar como si fueras el primero, ha sido un hábito ampliamente practicado por la humanidad.

Si la energía ni se crea ni se destruye, solo se transforma. En tanto que energía la cordura en términos absolutos que hay en el mundo a lo largo del tiempo a mi parecer permanece invariante y con la locura sucede exactamente igual, solo puede transformarse su distribución; y así si ayer se localizaba en mayor porcentaje en un lugar y hoy han cambiado las tornas, obviamente la mayor proporción se encuentra ubicada en otro distinto. Lo mismo considero que ocurre en relación con la estupidez, que asimilo a un pastel en el que el área del círculo y la longitud de su circunferencia permanecen constantes [Por algo para el cálculo de una y otra se utiliza la constante matemática Pi] y lo que varía son las porciones que en cada momento al realizar el reparto son entregadas a cada cual.

Lo que realmente siempre ha pasado y pasará es el ser humano, obviamente de momento no como especie, pero si como individuo, dado que al venir solo traemos la capacidad de llorar, la de reír y una deuda con la muerte que no podrás dejar de pagar cuando te toque en la puerta el luctuoso cobrador del frac.

La frontera entre la locura y la cordura no se puede delimitar, muy fácil sería decir que la primera impide ver lo evidente, y la segunda es la que permite hacerlo; pero ¿Quién determina la evidencia? No hay respuesta con una mínima lógica para esta pregunta precisamente porque no es propiamente cuerda, si lo sería ¿Dónde fijamos la no evidencia? Pues para salir del paso se puede contestar, depende del grado de locura de cada cual. La cordura queda constreñida dentro de un perímetro vallado, la locura se extiende libre allende el cercado.

El cambio en la distribución de las porciones del pastel, comparando entre el antes y el ahora, creo que lo ha establecido el equivocado deseo de la inmediatez que se ha instalado en nuestra engreída civilización occidental, que se puede explicar perfectamente con la metáfora de la catedral, téngase en cuenta que la última catedral gótica construida en España es la espectacular Catedral de Nuestra Señora de la Asunción y de San Frutos, en Segovia, que se empezó a construir el 8 de junio de 1525 y tras sus varias fases podemos datar su finalización completa en 1686, 161 años después, aunque no fue consagrada hasta 1789. Se imaginan lo que contestaría ahora alguien a quien le propongas emplearse en algo para tal duración, es fácil, probablemente diría ¡Qué falta de cordura! O ¡Tú estás loco! Si prescinde de toda delicadeza.

Tal metáfora dice que para poder construir catedrales hace falta comprender bien tres cosas: la primera, que básicamente para tal afán hay que saber tallar la piedra y para ello hace falta inteligencia y fuerza; la segunda, que solo señalando con el cincel [inteligencia] poco avanzas al trabajar la piedra y que golpeando solo con el martillo [la fuerza] se corre el riesgo de romperla, hace falta utilizar de manera combinada ambas herramientas para avanzar en la tarea; y la tercera, al trabajar, mientras se emplea esfuerzo y sacrificio, hay que hacerlo con ilusión y responsabilidad aunque sepas que dado que eres finito y el largo tiempo que se precisa para construirla por completo implica con una alta probabilidad que no la verás terminada ni la disfrutarás. Por tal motivo, entre otros, ya no se hacen catedrales; y paradójicamente a su vez los que visitan las existentes se consideran unos cuerdos plenos de sensibilidad al admirarlas, lo que es completamente lógico, cuando por otro lado la propuesta de participar en un proyecto de semejante enjundia temporal le parece una empresa de locos.

Y es que el hombre en algunas cosas no aprende, le gusta darse varias veces en la misma piedra, prescindiendo además del martillo y del cincel; no te creas el cuento que para nada es cierto, el mundo nunca ha estado ni está loco, el mundo sencillamente siempre ha sido y será un gran manicomio al aire libre, y si de algo hay que prescindir es del consejo del que se considera y te hace saber que está más cuerdo que tú; y lo que todos deberíamos reivindicar como un derecho más a incluir en la Declaración de los Derechos Humanos es el de una morada digna con una pequeña parcela para cultivar ab libitum nuestra porción de locura.

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