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China y su green washing particular

· El regreso de Donald Trump a la Casa Blanca pone en entredicho la transición verde a nivel global

lunes 31 de marzo de 2025, 14:16h
China y su green washing particular
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Mientras tanto, Pekín invierte masivamente en tecnologías limpias y se dispone a aprovechar el vacío dejado por Washington. Pero no es todo oro lo que luce. Se define green washing una práctica cada vez más extendida con la que algunas multinacionales o gobiernos hacen creer a los consumidores que sus productos son sostenibles mediante afirmaciones engañosas o inciertas. La transición real sólo se conseguirá con entidades realmente comprometidas con el cuidado del medio ambiente, las renovables y la descarbonización de la economía. Sirva este preámbulo como vademécum para los siguientes párrafos. Entre el 4 y el 11 de marzo el primer ministro chino, Li Qiang, presentó a los tres mil diputados de la Asamblea Popular Nacional (APN) y los dos mil miembros de la Conferencia Consultiva Política del Pueblo Chino (CCPPCh) el informe sobre la labor del Gobierno. El documento hace un repaso de 2024 y traza la hoja de ruta para 2025, un año clave en la planificación del siguiente quinquenio (2026-2030). En la denominada apertura de las Dos Sesiones se abordó con esmero la cuestión climática, un tema más que arraigado en el desempeño político y económico del dragón asiático.

Li Qiang reiteró el compromiso del Partido Comunista (PCCh) de reducir hasta el 30% las emisiones de gases de efecto invernadero en los próximos cuatro años, la neutralidad del carbono antes de 2060 y una reducción del 3% en el consumo de energía por unidad respecto al PIB en 2025. Para lograrlo se anunciaron mastodónticos proyectos de alcance nacional con el objetivo de incentivar la transición energética primando la eficiencia y la innovación. Si bien el utilizo de combustibles fósiles no ha descendido en el último bienio, el Gobierno está promoviendo el uso de tecnologías de bajas emisiones en centrales eléctricas. En su discurso Li también reiteró que China “participará activamente y liderará la gobernanza mundial” sobre el cambio climático. Afirmación que cobra especial sentido en la despiadada guerra comercial con Estados Unidos.

Ambos países son los grandes responsables de emisiones de Co2 a nivel global, con una diferencia sustancial. En el lado occidental del planetario quien ha recuperado el timón de la geopolítica es Donald Trump. El magnate siempre ha definido el cambio climático como una estafa y las inversiones federales para contrarrestarlo “the green new scam”. Aparentemente distinta es la situación en Pekín. Xi Jinping ha convertido las inversiones hacia la transición energética y las tecnologías verdes en su caballo de batalla particular. Pekín parece querer buscar una solución al deterioro ambiental y sobre todo exportarla convirtiéndola en una de las grandes herramientas para lograr los ambiciosos objetivos políticos y económicos.

Según Xulio Ríos, asesor emérito del Observatorio de la Política China y colaborador de EMF, el sector verde posibilitó el crecimiento de una cuarta parte del PIB estatal imponiéndose a las entradas por la venta de bienes inmobiliarios. La denominada energía limpia representa más del 10% del Producto Interior Bruto y el valor de las inversiones en este sector aumentó un 13% en 2024 y un 50% en comparación con el bienio anterior. En 2022 el mismo Xi Jinping en ocasión del vigésimo Congreso del PCCh había enfatizado la necesidad de un crecimiento industrial más sostenible y tecnológicamente avanzado.

Tres son los grandes motores del potenciamiento económico. La fabricación de electrodomésticos, material textil y cachivaches ha dejado sitio a las células solares, baterías de litio y vehículos eléctricos. Sectores que atrajeron en 2024 más del 50% de las inversiones estatales y representan el ariete comercial del dragón asiático en sus exportaciones. La obtención de energía solar se incrementó un 28% y actualmente según un dossier del prestigioso think tank Japan Institute of International Affairs – muy interesado en el expansionismo comercial de su principal rival geopolítico – la capacidad de rendimiento solar y eólico de China dobla la de las restantes potencias mundiales.

Como indicado en anteriores publicaciones (véase enlaces https://shorturl.at/giRTw y https://shorturl.at/iiueh), Pekín domina la fabricación de baterías y coches eléctricos con una oferta muy superior a la demanda interna y un avanzadísimo proceso de deslocalización y venta en el extranjero. En 2024 las empresas chinas suministraron 13 millones de new energy vehicles (NEV) tanto de batería como híbridos enchufables hasta lograr una cota de mercado interno del 41%. En Europa no supera el 21%, pero durante los primeros meses de 2025 la venta de estos productos se ha duplicado en España. Cada vez es más frecuente el adelanto por carretera de automóviles MG, Omoda y BYD, como informa un detallado artículo de Guillermo Cid en El Confidencial (véase enlace https://shorturl.at/JcO6S). El aumento de las exportaciones (+190%) pone de relieve la capacidad del dragón para penetrar mercados sectoriales a pesar de los aranceles impuestos por EE.UU. y la UE.

Pero los apabullantes datos no logran maquillar la realidad. La combinación energética del país sigue desequilibrándose hacia el uso de combustibles fósiles. Es altamente probable que la mutación energética tan valorada por Li Qiang no sea autosuficiente. China no puede lucirse aún como un referente verde, pero esto no significa que no sea la potencia económica mundial que esté liderando la meritoria transición. Y pretende lograrlo para descabalgar a Washington como la principal economía mundial.

Como indicado, en Estados Unidos la coyuntura ha mutado radicalmente con la vuelta de Trump al despacho oval. La nueva administración, fiscalizada por el histriónico Elon Musk, ha incoado socavar los esfuerzos adoptados por el anterior gobierno democrático para fomentar la revolución verde. El tycoon rubricó de inmediato la salida del Acuerdo de París, un gesto similar al realizado en 2016, y EE.UU. se unirá a Libia, Yemen e Irán como los únicos miembros de Naciones Unidas que no forman parte del tratado.

Seguidamente, Trump ha bloqueado todo subsidio destinado a proyectos de fabricación de baterías o autobuses eléctricos y emitido órdenes ejecutivas que suspenden la financiación de investigaciones solares y eólicas. Los congresistas sospechan que los adláteres trumpistas estén maniobrando para derogar el Inflation Reduction Act de 2022 que posibilitaba asignar decenas de millones de dólares a tecnologías que viabilizarían la reducción de los gases de efecto invernadero. El plan defendido por Joe Biden no buscaba únicamente luchar contra el cambio climático, sino también hacer frente al creciente liderazgo de China. Xi Jinping ha recibido con los brazos abiertos el viraje estadounidense. Esto facilitará probablemente el acercamiento de Pekín a Bruselas en la fase de descarbonización y facultará un reforzamiento del eje euroasiático en la coordinación de la transición energética.

Un camino que debe transitarse con esmero y gran precaución. El desempeño de significados lobistas para consolidar sinergias económicas y políticas con el dragón podría revertirse en contra de los intereses nacionales. Y no es un misterio que China quiera utilizar Europa – y especialmente España – como trampolín hacia Latinoamérica.

Resumiendo, Beijing pretende rentabilizar la transición ecológica para asentar su liderazgo mercantil de cara al futuro, definiendo cada vez más los estándares de producción, y consolidarse como superpotencia responsable y socio de confianza. Una visión diametralmente opuesta a la de Moscú – Xi Jinping nunca vio con buenos ojos la invasión de los blindados rusos en Ucrania a pesar de los indidables beneficios – y una combinación perfecta de oportunidades que no puede desaprovechar en un contexto de desaceleración económica.

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