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Lecciones para después de una guerra

· Por Miguel Córdoba, economista

sábado 12 de abril de 2025, 11:38h
Lecciones para después de una guerra
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En septiembre el año 2022, Liz Truss, a la que podríamos apodar “La Breve”, accedió a primera ministra de Gran Bretaña como líder de los tories. Cuarenta y cinco días más tarde se veía obligada a dimitir después de haber formado un gobierno de corte ultraliberal que, según ella, iba a impulsar notoriamente la economía del país, y con un ministro de Finanzas, Kwasi Kwarteng, que se creía que vivía en los mundos de yupi y que podía hacer lo que estaba escrito en esos libros de historia con los que se graduó.

El resultado fue que, después de aprobar una fuerte bajada de impuestos, especialmente a las clases altas, la congelación de las facturas energéticas, la eliminación de la tasa para financiar gastos sociales de salud y la eliminación del tope de los incentivos salariales a los banqueros, los prestamistas restringieron un 40% el crédito hipotecario y subieron significativamente el precio del crédito para particulares y empresas, con todo lo cual la libra esterlina se hundió hasta mínimos de 37 años respecto del dólar, poniendo en claro riesgo de colapso a la economía británica. Kwarteng fue cesado el 14 de octubre de 2022 y seis días después Truss dimitió. Sencillamente, en una economía con problemas y con déficit, reducir los impuestos era un suicidio desde el punto de vista financiero y la única forma de cubrir el agujero era mediante un incremento significativo de la emisión de deuda pública, lo cual los mercados no estaban dispuestos a asumir.

Pues bien, dos años y medio después, y con su peculiar nivel intelectual, Donald Trump ha formado también un gobierno no se sabe si ultraconservador, ultraliberal, cesarista o todas estas cosas a la vez, que va a acabar ofreciéndonos las cocochas a 59, un gran ramo de perejil, la receta para hacerlas al pilpil y que además sean veganas. Su valido, Elon Musk, ya dio la campanada con la compra por 43.000 millones de dólares de Twitter, empresa que perdió dos terceras partes de sus clientes en el mes siguiente a la compra, y ahora, con sus veleidades trumpistas, ha hecho que Tesla pierda 600.000 millones de dólares en un par de meses.

Y, sin embargo, y aunque parezca mentira, se les sigue admirando en Estados Unidos, aunque pienso que la admiración será en Arkansas, Dakota o Alabama, por citar sólo algunos estados donde votan a Trump sin que sepan siquiera por qué lo hacen. Y es que saber dónde le aprieta a uno el zapato a veces es complicado, sobre todo si has estado toda tu vida calzando alpargatas.

La verdad es que, tanto para los europeos, como también para los estadounidenses, tal y como están las cosas, sería casi mejor que en el Despacho Oval tuviéramos un ficus benjamina (siempre me ha gustado más el verde que el anaranjado). El mundo no puede depender de personas que se levanten por la mañana con escozor de golondrinos, y que tomen decisiones que afectan a miles de millones de personas, y no precisamente bien.

Pero vamos a lo que nos interesa. La economía es algo sencillo, siempre que tengas un poco de criterio y sentido común. Cualquier decisión en política económica tiene vasos comunicantes, y algunas variables cualitativas tienen más importancia que las meramente cuantitativas. ¿A quién le importa ahora mismo el crecimiento del PIB, cuando el edificio está a punto de caerse a cachos?

  • Si se suben los aranceles de forma indiscriminada a todo el mundo mundial, el efecto inmediato es una subida de la inflación, puesto que los productos que tienes que importar aumenta su precio y ningún país es capaz de producir por sí solo todo lo que necesita.

  • Si los precios suben se reduce la renta disponible de los ciudadanos, que pueden comprar menos y, además, se suele producir un efecto cualitativo: los ciudadanos reducen aún más el consumo por efecto prevención, por lo que la contracción es doble y la recesión está casi garantizada.

  • Si se consume menos, se produce menos y las empresas, en un país como Estados Unidos, tan libre en materia de contratación y despido, prescindirán rápidamente de una parte significativa de sus trabajadores, lo que supondrá un importante aumento del desempleo.

  • Si los mercados atisban una recesión, los inversores automáticamente, por efecto prevención, venderán y se refugiarán en sus cuarteles de invierno, léase liquidez o renta fija a corto plazo. Las bolsas caerán, como así se ha producido, y el sentimiento negativo amplificará estas caídas.

  • La previsión de recesión con inflación, lo que los economistas llamamos estanflación, hará que se tensionen los tipos de interés a medio y largo plazo, y se produzca una caída de los precios de los bonos que destruirá el valor liquidativo de los fondos de inversión provocando pérdidas significativas en el patrimonio de la mayoría de los inversores en estas instituciones.

  • Los mercados primarios de deuda seguirán a los mercados secundarios y en un país, como Estados Unidos, con un volumen de deuda pública de 32 billones de dólares, un punto de subida de tipos supondría un coste de unos 40.000 millones de dólares adicionales en el primer año (dependiendo de la duración media de la deuda y de lo que haya renovar cada año). Donald Trump presumía de que con los aranceles que ya había puesto estaba ganando dos millones de dólares al día; es decir, 730 millones al año, que parece que es algo menos que los 40.000 millones de dólares que le costaría su errática política de aranceles.

  • Si pones un arancel del 145% a todos los productos de tu principal competidor, China, cuando tiene casi 1.000 millones de deuda de tu propio país (incluyendo Hong Kong) es un suicidio financiero. Basta que se pongan a vender deuda en el mercado para que hundan las cotizaciones y empeore notablemente el déficit público norteamericano.

  • Si China tiene el 85% de las reservas mundiales de tierras raras y tu tienes necesariamente que importarlas, ponerle un arancel del 145% también es un suicidio, porque simplemente pueden prohibir que se exporten y paralizar tus empresas tecnológicas.

  • Impedir la entrada en tu país, o incluso retener en los aeropuertos, a personas que han podido hacer una crítica de tu política o que han dicho algo que a Trump no le guste, genera un efecto rechazo para los potenciales turistas, lo cual haría disminuir los ingresos de este sector, amén del lógico deterioro reputacional como país (sí, ya sé que durante un tiempo no podré viajar a Estados Unidos).

  • Cuando un país tiene prácticamente pleno empleo, lo que no tiene sentido es decir que vas a capturar en redadas a los veinte millones de inmigrantes que dice Trump que no tienen papeles y echarlos del país, cuando no mandarlos a las cárceles de Bukele. Si el objetivo del ínclito es que haya más empleo y más producción en Estados Unidos, se necesitarán más trabajadores, no menos.

  • Si las multinacionales tecnológicas (y las que no lo son) han montado un sistema estupendo de generación de beneficios, produciendo en Asia Pacífico, contabilizando en Irlanda (donde se pagan pocos impuestos) y manteniendo los servicios centrales y los puestos bien remunerados en Estados Unidos, cualquier guerra comercial puede hacer que se les caiga el chiringuito y que dejen de ser tan rentables, lo cual no les gusta nada a esos empresarios que han financiado a Trump para que llegue al poder.

  • Si eres la tercera potencia comercial del mundo (4,97 billones de euros como suma de exportaciones e importaciones en 2024), no puedes pretender doblegar a las dos primeras, China (5,71 billones) y la Unión Europea (5,02 billones), simplemente porque tú eres el gallo más macho del corral.

Como vemos, Donald Trump “lo ha hecho todo bien”. Lo cierto es que, a veces, el no saber es lo peor para tomar decisiones, lo cual, unido a un ego y un narcisismo superlativos, hace que el resultado sea nefasto, amén de que amenazar a los demás incluso con expresiones escatológicas, lo único que demuestra es lo impresentable que se es.

De hecho, esta vez Trump no va a hacer honor a su apellido alemán (Trumpf significa triunfo) y esa demora de 90 días en la puesta en práctica de los aranceles es el anticipo de que no se van a llegar a producir; simplemente, se trata una salida que no tuvo Liz Truss, y que Trump va a vender como una victoria, aunque no lo sea.

Así que, mientras Trump le cuenta al mundo lo precioso que es su pelo, los demás seguimos pensando que un partido tan serio e importante como ha sido el Partido Republicano en Estados Unidos, al que ha dado grandes presidentes, debería ponerse un poco serio ante la actitud de un outsider que va camino de hacer a su país mucho más daño que el que infligirá al resto del mundo. Si cree que va a doblegar a China, está muy equivocado. Los chinos llevan muchos años haciendo las cosas muy bien y ahora mismo tienen un nivel tecnológico próximo al norteamericano, una población nueve veces mayor trabajadora y comprometida, un superávit comercial envidiable y un temible ejército mucho más numeroso que el estadounidense. Así que, enfrentarse a todo el mundo, y especialmente a sus aliados en la OTAN, no ha sido precisamente, Donald, un “acierto estupendo”.

Puede que esas “dos tardes” de aprendizaje económico que parece que unos cuantos dirigentes políticos precisan ya lleguen tarde para Trump, pero, por si acaso, hemos tratado de aclararle cómo funcionan las cosas en el ámbito económico, a ver si somos capaces entre todos de evitar una nueva crisis financiera que nos lleve al desastre.

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