Turner fue siempre un apasionado de los cielos crepusculares y de los efectos maravillosos de la luz solar filtrándose a través de la niebla londinense. A tales temas, dedicó incontables acuarelas; pero, sus más importantes producciones fueron pintorescas vistas panorámicas italianas, concebidas en una atmósfera de ensueño y por las que misteriosamente se difunde una luz fría, entre amarillenta y plateada.
La popular confusión entre genialidad y locura que se le achaca a Turner, entendemos que es falsa, aunque él mismo alimentara esta idea con sus extravagancias mal entendidas por la sociedad puritana de su tiempo. El aparente caos que llenaba las últimas obras de Turner fue atacado por considerarse la obra de un demente, siendo agriamente censurado por los críticos que no supieron ver a un adelantado de su época. Pero la realidad es que este “caos demencial” presente en las pinturas de Turner, responde a una compleja evolución artística en la que el pintor se adelanta varias décadas a cualquier otro artista de su generación.
La visión directa de los objetos y de los fenómenos atmosféricos tenía una importancia central en la creación de las pinturas turnerianas. Pero esta visión directa derivaba más hacia la impresión que los objetos o fenómenos causaban en la mente del pintor que en una representación exacta de lo observado. En este sentido no es de extrañar que podamos considerar a Turner un impresionista avant la lettre, cuyas pinturas causaron honda admiración entre los pintores impresionistas como Claude Monet o Alfred Sisley, varias décadas después.
La evolución turneriana y el desarrollo de su estilo es posible observarlo desde el preciso dibujo arquitectónico de los paisajes más antiguos, pasando por la romántica atmósfera vibrante de su madurez, hasta sus últimas obras que aparecen como extrañas visiones en las que la luz y el color se compenetran en un mundo etéreo de reflejos infinitos. Quizás su cuadro “Lluvia, vapor y velocidad” -en el que, por cierto, aparece por primera vez en la historia de la pintura un ferrocarril- sea una sensacional conclusión a las investigaciones de Turner sobre la luz y la atmósfera.
El arte de Turner es básicamente épico porque, como queda patente en sus pinturas, identificó siempre su lucha personal con la vida de la humanidad en general. Ello explica que el aspecto vago y etéreo de sus últimas visiones, se haga cada vez más abstracto, porque la meta fijada se hace cada vez más difícilmente alcanzable en la realidad. En definitiva, la obra turneriana nos va a mostrar una sabia y genial combinación de la materia pictórica y el color, creadores de una atmósfera evanescente y un encanto casi mágico.