ABANDONOS Y FALTA DE MANTENIMIENTO, LA TÓNICA GENERAL
Galapagar, el Detroit de la sierra madrileña
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Arriba, murete del Centro de Salud, hoy en estado de ruina en pleno casco urbano. En la otra foto, el estado en que se encuentra una de las calles céntricas más importantes del municipio, que lo conecta con Torrelodones y da salida a la M-505. |
Hay un Galapagar post-pinchazo de la burbuja inmobiliaria, en el que predominan casas y locales comerciales cerrados, escasez de negocio y falta de mantenimiento de calles y servicios públicos
martes 21 de octubre de 2014, 14:31h
Presupuestos municipales que se han reducido un 50%, población en descenso, casas y chalets en venta, calles con baches y sin asfaltar, un centro de salud abandonado, locales comerciales cerrados,… más pareciera que estemos hablando de la ciudad estadounidense de Detroit que del, antaño, próspero y atractivo municipio de Galapagar, en el entorno de la Sierra de Guadarrama. Hay un Galapagar distinto desde el pinchazo de la burbuja inmobiliaria, en el que el municipio basó su riqueza desde mediados de los 90. Sin embargo, Galapagar ha comenzado a perder población, y del crecimiento exponencial que triplicó su población entre 1993 y 2005, se ha pasado a un estado de la situación que ha resentido las arcas públicas.
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Arriba, estado en el que se encuentra la Casa de la Cultura. Abajo, otra de las calles principales del municipio, que no se asfalta desde hace más de diez años. |
Galapagar es un municipio de cerca de 32.000 habitantes que se enclava a medio camino entre Las Rozas y San Lorenzo de El Escorial. Durante los años 70 y 80 gozó de un crecimiento exponencial de su población, muy atraída por la oferta de turismo estacional y veraniego. Muchos chalets y urbanizaciones prosperaron como segunda residencia de familias acomodadas, que buscaban en fines de semana y Semana Santa un espacio extensivo para un ocio cercano a la capital.
Desde mediados de los 80 hasta bien entrados los 90 en Galapagar prosperaron bares, tabernas y restaurantes, así como pubs y bares de copas en los que se pinchaba todo tipo de música de moda. Durante unos años, Galapagar fue una especie de “costa de Madrid” donde recalaba todo tipo de público.
Hoy Galapagar es un pueblo sin norte. Ha perdido su vocación de segunda residencia, en la que se aposentó su prosperidad y comercio, pero también ha perdido la alternativa de ciudad de servicios. El crecimiento de la población fue brutal y las necesidades de servicios crecieron en la misma proporción, aunque los políticos no tuvieron visión de estos cambios: de 10.000 habitantes en 1993, se pasó a 20.000 en 1999, es decir, que duplicó en seis años. Los 30.000 habitantes se lograron en 2007: ha multiplicado su población por tres en poco más de 14 años. En clave política, los cambios se produjeron en menos de dos legislaturas –dos elecciones municipales-, y los responsables del consistorio ni siquiera se daban cuenta de lo que estaba pasando.
Si el casco antiguo de Galapagar era una serie de casas bajas y de piedra berroqueña, pronto de pasó a bloques de pisos alineados que crecieron incluso ocupando vías públicas y estrechando aceras. El tránsito de vehículos y personas se complicó mucho, haciendo incómodo incluso ir a comprar pan. En cierto modo, a partir de los años 90 Galapagar fue perdiendo su carta de identidad para convertirse en una ciudad dormitorio sin planificación.
Presupuestos “a cero”
Hoy Galapagar se ha quedado sin presupuesto. De los pocos más de 3.000 millones de pesetas del año 2000, unos 18 millones de euros actuales, se pasó a casi 42 millones de euros durante la etapa del alcalde Popular José Tomás, es decir, más del doble. El gasto se disparó, pero los ingresos no crecieron en la misma proporción. Fue el alcalde José Tomás –padre del torero retirado- quien decidió incrementar el gasto municipal de los 18 millones de euros que había en 2003, a más de 40 millones en 2004. El concejal de Hacienda de aquella época, Fernando Arias Moral, continúa siendo hoy, pese a los desmanes fiscales cometidos, el edil responsable de las arcas públicas. Los presupuestos se estiraron y se encogieron al antojo de este concejal: si en 2004 se duplicaron, el mismo concejal los “achicó” en 2011. Hace poco el Tribunal Superior de Justicia de Madrid (TSJM) le ha anulado los Presupuestos Generales del Ayuntamiento que se aprobaron en 2011. Según parece, el concejal Fernando Arias (PP) intentó nivelar los Presupuestos solo de manera formal, "ya que se han inflado los ingresos y minusvalorado los gastos", dice la sentencia. Lo de 2011 ya ocurrió también en 2004, aunque no hubo sentencia que los anulara.
La de estirar y encoger los Presupuestos es la misma técnica que se empleó en tiempos del alcalde José Tomás para inflar los gastos durante su corto mandato entre 2003 y 2005: inflar unos ingresos inexistentes para subir el gasto. Durante aquellos años se formalizaron nuevos contratos, se privatizaron servicios y se ampliaron concesiones, como las de la recogida de basuras. La consecuencia es que hoy Galapagar es uno de los municipios con menor gasto corriente por habitante de la Comunidad de Madrid y ha atravesado ya por diversos problemas financieros y de liquidez que le han llevado al mismísimo borde de la bancarrota. Los bancos ya no se tragan que el consistorio vaya a lograr más ingresos por el simple motivo de que, desde 2006, la población se ha estancado e incluso ha ido decayendo. Los impuestos que se pagan, son cada vez menores, y hay problemas para recaudar incluso lo que se gira al cobro. Galapagar ha puesto recientemente en marcha el servicio de parquímetros –también mediante concesión a empresa privada-, pero nadie aparca en un pueblo que ha expulsado a sus potenciales visitantes: apenas hay comercio ni nada que merezca la visita. José Tomás no aguantó hasta el final de la legislatura en que salió elegido por mayoría absoluta, y dejó el consistorio poco más de dos años después.
Hoy Galapagar ha perdido incluso algunas de sus más novedosas señas de identidad de los últimos lustros, como el Galapajazz, Festival de Jazz de Galapagar, que se convirtió en toda una referencia musical en los veranos de Madrid y del que ya nadie se acuerda. El malogrado Galapajazz fue un invento posmoderno para intentar sacar a Galapagar del anonimato de encierros y vaquillas del aguardiente, un invento que dio mucho juego a la vidilla local durante las fechas de su celebración.
La era post Burbuja inmobiliaria
La actividad industrial Galapagar se ha desplomado en el transcurso de los últimos años, y muchos comercios han optado por echar el cierre, con lo que no se generan ingresos por impuestos. “-El Ayuntamiento no ayuda al pequeño comercio, -sentencia Alberto R.-, han puesto la O.R.A. y ya nadie compra en Galapagar”. Muchos vecinos, la mayor parte emigrantes repatriados, también han dejado de pagar sus impuestos y han abandonado sus propiedades a peor suerte. –“La gente, sobre todo la de las urbanizaciones de lujo como Parquelagos o El Gujo se marcha a comprar a otros municipios”, -asegura Adela M., propietaria de uno de los pocos comercios que aguanta la crisis.
También hay casos llamativos, como los chalecitos de los años 50 y 60 que han ido desocupándose y que han cortado los suministros de agua o energía eléctrica, una constante en el nuevo Galapagar post “pinchazo de la burbuja”. El césped ya no se riega y las piscinas ya no se llenan.
Galapagar quedó además sin aprobar su Plan General de Ordenación Urbana (PGOU). De hecho, es el único pueblo de la Comunidad de Madrid que carece de PGOU. Llama la atención que las normas urbanísticas que rigen la localidad son pre-constitucionales y datan de 1978. Alcalde y urbanistas se aprovecharon durante décadas de esta laguna legal para diseñar un Galapagar a su antojo, aprobando modificaciones puntuales que se han saltado incluso la Ley del Suelo. Curiosamente, Galapagar es uno de los pueblos de Madrid con mayor número de alcaldes condenados por infracciones urbanísticas: Fernando Rubio (PP) y Eugenio de Pablo (PP).
Abandono municipal
Los recortes de los presupuestos municipales han llevado a Galapagar a un estado de abandono –e incluso ruina-, bastante evidente. Las calles no se asfaltan desde hace más de 10 años en algunos casos, y la última reforma del caso histórico se llevó a cabo en 2002. Desde entonces no se ha gastado ni un gramo de asfalto, salvo para parchear los accesos a los colegios públicos. Si ha habido, sin embargo, dinero para arreglar unas aceras y asfaltar las calles que acceden a algunos colegios privados. Padres y dirección de dichos colegios han ejercido sus presiones sobre el actual alcalde Daniel Pérez (PP).
El Centro de Salud, que daba servicio hasta 2011 a los municipios de Galapagar y Colmenarejo, y que fue abierto en 1993, está hoy cerrado y amenaza ruina. Un grupo alternativo –que fue confundido con okupas-, intentó promover en él actividades culturales y alternativas, pero el actual alcalde (Daniel Pérez, PP), y la Comunidad de Madrid los desalojaron con “cajas destempladas”. El edificio muestra hoy un aspecto desolador. El exterior ha sido descarnado de la piedra que lo recubría por el propio Ayuntamiento, y las ratas invaden el interior. Lo de las ratas ha traído cola, porque han comenzado a entrar en las viviendas colindantes y los vecinos ya han reclamado medidas al consistorio.
El Centro de Salud tiene al lado otra instalación municipal que también ha sido abandonada por el Ayuntamiento a su suerte: el Mercado Municipal. Muchos puestos han cerrado. Otros se mantienen como pueden con una clientela fiel a la tradición. Algunas de las mejores carnes, verduras y pescados de la localidad se venden todavía en ese centro. Fue el actual Alcalde Daniel Pérez quien ordenó arrancar los árboles que circundaban los edificios del mercado y antiguo centro de salud. Hoy esos mismos árboles decoran una plazoleta próxima a su residencia del alcalde, aunque nadie conoce los motivos de tal decisión.
La paranoia política propicia todo tipo de situaciones contradictorias: no hay dinero en las arcas municipales para asfaltar las calles o sostener las actividades extraescolares, pero si lo hay en cambio para caprichos de un antiguo alcalde, José Luis González (PP), hoy edil de deportes: ha sacado a concurso público el “recambio” del césped artificial del campo de fútbol La Chopera, por 175.000 euros, césped que él mismo mandó instalar hace unos pocos años.
Las calles principales del municipio no se han asfaltado desde hace más de diez años. Muchas tienen baches y se han agrietado, pese a lo cual el Ayuntamiento no aprobó ningún Plan Asfalto para el verano de 2013. Poca gente sabe hoy que antiguas carreteras, como la de La Navata, son hoy calles cuyo mantenimiento debe sostener el Ayuntamiento de Galapagar y que fueron desafectadas por Carreteras. Igual suerte corre la Casa de la Cultura, hoy con apenas actividades. El aspecto exterior del edificio se ha deteriorado notablemente, desprendiéndose parte de su fachada sin que nadie intervenga.
El futuro
Galapagar aparece hoy como un conjunto urbanístico desordenado al visitante. Cuenta con muchas urbanizaciones y un enorme término municipal –de los mayores de la Comunidad de Madrid-, pero desconexos entre ellos.
El caso urbano se encuentra hoy casi vacío. Han desaparecido los habitantes de muchos de los edificios que se construyeron en los años 70 y 80, y que se llenaron en los últimos años de emigrantes extranjeros que nadaban en la prosperidad del espejismo que cualquier tipo de trabajo que florecía. Sobre todo en lo relacionado con la construcción, donde Galapagar tuvo un gran eje económico. Hoy la mayoría de aquellos emigrantes se han marchado ante la falta de trabajo, pero esas casas no han vuelto a verse ocupadas. Y el comercio no tiene rotación: si se cierra un local, no se vuelve a abrir.
Galapagar ya no tiene sectores en qué basar su desarrollo –antaño la ganadería daba de comer a muchos vecinos-, y es probable que tenga que pasar por un proceso de reinvención de su vocación como pueblo. Por de pronto, la Santa Sede le acaba de conceder un año un Año Jubilar con indulgencia plenaria. Que no sea por falta de generosidad para que los galapagueños expíen los pecados y excesos de los últimos decenios.
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Algunos vecinos critican la desfachatez del actual Alcalde Daniel Pérez (PP), que "se llevó" los árboles de las inmediaciones del Mercado Municipal a las inmediaciones de su actual residencia. |