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HISTORIA PASADA Y PRESENTE EN UN PAÍS ACOGEDOR Y LLENO DE MAGIA

El empresario español José Borrell Panduro.
El empresario español José Borrell Panduro.

Éxito empresarial español en Perú y la Cruz de Pizarro

Por Miguel Gilaranz (Corresponsal en Perú)

martes 21 de octubre de 2014, 14:31h
¿Cuándo nos van a devolver el oro? Esta ha sido la frase más veces escuchada durante mi estancia en Perú, después me mencionan a Pizarro y Atahualpa. Lo hacen sin acritud, aunque en el tono se vislumbra un soplo de resentimiento hacia los españoles. No me molesta, aunque he de reconocer que me incomoda por lo reiterado, pero gracias a esta insistencia, he investigado más, la llegada de otros españoles a Perú, de esos "héroes discretos" que diría don Mario Vargas Llosa. Es el caso del albaceteño Juan José Borrell Panduro, empresario español que en el año 2013 contaba con más de dos mil trabajadores en "planilla", repartidos entre cinco plantas de cría de langostinos, con tamaño total equivalente a 750 estadios de futbol.


Para congelar el producto dispone de tres fábricas de hielo con una producción de 300 toneladas al día y una planta para el proceso de sus productos con una capacidad de almacenamiento de cuatro millones de kilos. Retomando el asunto del oro, sería imperdonable por mi parte permanecer casi año en Perú y no hablar de Pizarro, y lo hago ahora y no antes, porque después de haber conocido a Juan José Borrell, he comprendido las claves del inexplicable éxito de un Capitán español. Un conquistador que se abrió camino en un inmenso territorio totalmente desconocido, acompañado únicamente por ciento seis soldados de infantería y sesenta y dos de caballería.

Leer sobre Pizarro y charlar con Borrell es la misma cosa. Ambos probaron fortuna en otros países de Centroamérica y los dos finalmente, recalaron en las playas norteñas del Perú, más concretamente en Tumbes, frontera con Ecuador, aquí comenzó el trabajo y la lucha por conquistar un País. Lo primero que me llama la atención es la austeridad personal tanto del militar español como de "Pepe", como le gusta que le llamen, o “el español” como realmente le conocen en el sector pesquero, austeridad por fuera y por dentro. Dicen de Pizarro, y puedo afirmar lo mismo de Borrell, que... "Tenía por costumbre cuando algo le pedían decir siempre que no. Esto decía el que hacía para no faltar a su palabra y no obstante que decía que no, correspondía con hacer lo que le pedían no habiendo inconveniente para ello. Diego de Almagro era todo lo contrario, que a todos decía que sí y con pocos cumplía".

Unidos también en la humildad de sus orígenes, ni Pizarro ni Borrell fueron estudiantes de Salamanca como Hernán Cortes, pero su larga experiencia, la constancia y sobre todo la astucia, unido a una recia determinación, han sido características todas, que les permitieron alcanzar, contra todo pronóstico, los objetivos que ambos se marcaron.

Borrell llegó a Tumbes en el año 1987, Pizarro en 1532. Sus comienzos en este continente no fueron fáciles. Perú no fue el primer destino de ambos en América; Pizarro intentó éxito y fortuna en Panamá, Borrell en Venezuela, importando desde España cinco mil canarios, pájaros muy preciados en estas latitudes. Ni uno ni otro se amedrentaron, todo lo contrario, Pizarro buscaba en “Birú” construir un reino, un Estado, mientras que Borrell llegó con el propósito de comprar langostino entero, con cabeza, el demandado por los consumidores españoles. Un producto que no se comercializaba porque la cabeza se ponía negra y esa fue su primera gran batalla, y para librarla, experimentó y experimento, incluso cosechando por la noche, hasta conseguir un volumen suficiente de langostino, con la talla comercial apropiada, de muy buena calidad y sobre todo, con cabeza.

La primera "gran batalla" de Pizarro la libró en Cajamarca, donde consiguió encarcelar a uno de los dos aspirantes al Incanato del Perú, Atahualpa Yupanqui, quien le proporcionó fama y riquezas, muchas riquezas, al acordar con los españoles llenar de oro, plata y piedras preciosas una habitación a cambio de su libertad.

Borrell no vio nada de "plata" hasta que consiguió la cantidad suficiente de langostinos para llenar un contenedor refrigerado y voló con ellos a Madrid, y de allí al puerto de Cádiz... "Ira pisha, esto no son langostinos, son lagartos" fue lo primero que le dijeron en el puerto pesquero de la trimilenaria ciudad. Y con el sobrenombre de "el peruano" regresó a Tumbes, donde ya era conocido como "el español", con el propósito de completar otro contenedor. Después de eso, todo fueron problemas; en España a "el peruano", le hicieron el "vacío" en los mercados de Cádiz y Málaga. Su producto era más barato, de mayor tamaño y mejor calidad que el nacional. En Perú, a "el español" no le querían vender más langostinos enteros, hasta que descubriesen la fórmula mágica que impedía que la cabeza de los "lagartos" no se pusiese negra. No lo consiguieron. Esa batalla la ganó Borrell.

La siguiente carta de Pizarro fue marchar de Cajamarca a Cuzco, la capital del Imperio Inca. Lo hizo con sus tropas, a las que se les unieron tribus enemigos de los Incas como los huancas, chinchas, yugas de la costa central, mochicas, cañaris, tallancas, chachapoyas y otros más. A muchos de mis amigos peruanos les cuesta creer que la mitad del Imperio Inca ayudó a los españoles en contra de la otra mitad. Les guste o no, esa es la realidad, un puñado de españoles no hubieran podido conquistar todo un imperio.

Pizarro, amante y gran jugador de la baraja española, nunca delató su juego, pero leyó el de los otros. Borrell, avezado ajedrecista, interpretó, planificó y anticipó con astucia los movimientos de sus adversarios. Los dos, administraron esa tensión gracias a las alianzas que lograron; Pizarro con las comunidades incaicas descontentas, Borrell, asociándose con los mismos empresarios que le vendían los "lagartos".

La constancia y perseverancia es el elemento central del carácter de Pizarro quien, durante diecisiete años persistió en el objetivo de construir para sí mismo un reino. Pepe Borrell quiso crear una gran empresa, y diversificó su actividad comercial con otros productos que le garantizasen negocio todo el año. Además de los mencionados “lagartos”, hoy en día distribuye a buena parte del mundo: pota, mahi-mahi, merluza, calamar, pulpo, langostas y conchas de abanico entre otros. Gracias a esta estrategia superó con éxito la crisis que le ocasionó la “enfermedad de la mancha blanca” que acabó con buena parte de la producción de langostinos de toda la costa peruana.

En lo familiar, es sabido que Pizarro se casó, por el rito Inca, con la princesa Inés Huayna Cápac de cuya unión nació, en la localidad de Jauja, su hija Francisca Pizarro. Borrell contrajo matrimonio en Perú con “la princesa tumbecina” Glenda Hidalgo, de esta unión nació su hijo Matías. “El español” cuenta además con la ayuda de su hijo Israel, nacido en España de su anterior matrimonio y quien, “de casta le viene al galgo”, además de dirigir una de las plantas de cría de langostino, es un importante hotelero en Máncora, “la Chiclana del Perú”.

Las analogías entre Francisco Pizarro González y Juan José Borrell Panduro no terminan aquí. Cuentan, que el Capitán español en 1532, durante su intento de conquistar una de las playas de Tumbes, colocó una Cruz tallada en madera de cocobolo como símbolo del cristianismo. Hoy, la auténtica Cruz de la Conquista se encuentra en el interior de una vitrina de la Biblioteca Municipal del Distrito de La Cruz en Tumbes. Con el objeto de ser exhibida en el exterior, para deleite de propios y extraños, al artista Edilberto Guerrero Peña ha tallado una réplica de la reliquia, ¿sabéis quien ha realizado el encargo?... él mismo… Juan José Borrell Panduro.

En esta, mi última crónica desde este maravilloso país, me es muy grato afirmar que en Perú existen dos Cruces de la Conquista; la primera, regalo de Francisco Pizarro González; la segunda, donación de Juan José Borrell Panduro. Gracias Perú, por todo lo que me has dado en los 333 días que me has acogido.

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