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EL PROBLEMA CATALÁN

La rebelión relámpago

Casi todos los señores que aparecen en la foto tienen problemas con la Justicia.
Casi todos los señores que aparecen en la foto tienen problemas con la Justicia.

· Por Luis Sánchez de Movellán, Doctor en Derecho y Director de la Vniversitas Senioribvs CEU

By Luis Sánchez de Movellán
domingo 01 de noviembre de 2015, 10:09h
Desde hace muchos años, los facciosos separatistas catalanes han llevado a cabo una firme, constante y progresiva acumulación de fuerzas, con un éxito innegable. El objetivo era, con el paso del tiempo, alcanzar una masa crítica de partidarios de la independencia y, llegado ese momento, declarar la guerra a España. Un ejemplo ya sucedió en 2012, con aquella gran manifestación del 11 de Septiembre que nos recordó las grandes concentraciones de masas nacionalsocialistas en el Nürnberg de la década de los treinta del pasado siglo. Comenzaba así lo que vengo en denominar la Blitz Rebellion (rebelión relámpago) catalana. A partir de ese momento, los separatistas han sabido jugar inteligentemente sus bazas, mostrando una gran agilidad y capacidad de reacción, unas tácticas audaces y novedosas, así como una mentalidad netamente ofensiva. Eso ha hecho que el Estado, que pese a ser mucho más poderoso es ineficaz y lento, haya ido siempre a remolque, estando a la defensiva, sin comprender bien lo que ocurría y reaccionando tarde y mal. Los secesionistas catalanes han cosechado innegables éxitos, desde el 2012 hasta el momento presente, en esa particular y enquistada guerra contra España. Pero las victorias parciales no son suficientes, ya que los sediciosos buscan, obviamente, la Victoria Final, la constitución de la República de Cataluña.



Pero los rebeldes saben que se les acaba el tiempo. Que la coyuntura corre en su contra. La movilización ciudadana se puede mantener un período, pero la gente acaba cansándose si no ve resultados y, por ende, se acaba desinflando la presión de las masas. Si no dan el golpe definitivo rápidamente, habrán de iniciar una retirada táctica y comenzar una guerra de desgaste ante la que no tendrán ninguna opción.

Los recursos del Estado son inagotables frente al bando separatista que ya empieza a acusar síntomas de agotamiento, con convocatorias que han resultado menos concurridas de lo previsto. Hay sediciosos que ya están urgiendo a proclamar lo más rápido posible la independencia, porque saben que están a las puertas de entrar en la temida guerra de desgaste con un final previsible.

Si los separatistas quieren conseguir su objetivo han de dar el golpe final lo más pronto posible, como mucho antes de seis meses, y para ello tienen que seguir recurriendo a la “rebelión relámpago”. El Estado español únicamente sería derrotado en el caso de sufrir un asalto, tan rápido y devastador, que hiciera inútil una reacción. Aquí, eso sería equiparable a un levantamiento popular ciudadano –espontáneo o no, da igual- que además de tomar la calle al estilo clásico de las revoluciones, se hiciese con el control de los puntos neurálgicos de la geografía catalana, cercando instalaciones militares y cuarteles de la Guardia Civil, tomando puertos y aeropuertos, así como TVE y RNE, utilizando masiva y unidireccionalmente los mass media catalanistas y asegurando militarmente la nueva frontera. La aceptación de los hechos consumados y el reconocimiento internacional acabarían cayendo como fruta madura.

Parece que la mayor parte de la población que han sabido movilizar los soberanistas catalanes son partidarios de una independencia de terciopelo, a la checa, es decir, que se proclamase un viernes y, después de efectuar los correspondientes ajustes técnicos durante el fin de semana, el lunes todo el mundo fuera a trabajar con normalidad. Si hubiera que poner toda la carne en el asador, las masas probablemente se quedarían en casa y eso lo sabe la vanguardia del separatismo.

La clave estaría en que el Estado español cometiese una serie de errores que hicieran que la masa independentista decidiera jugarse el todo por el todo y, en efecto, salir a la calle a por todas. Una reacción popular de este tipo hubiera sido más probable en el momento álgido de la crisis, por lo que la incipiente recuperación económica habrá de jugar también contra la aventura secesionista. Aunque no hay que olvidar –y ejemplos históricos, como la desmembración de la antigua Yugoslavia, los tenemos- que el nacionalismo se rige más por el pathos que por el logos y podría darse el caso de una aventura subversiva de las clases medias.

¿Acabará ganando el pulso la Blitz Rebellion catalanista o acabará imponiéndose España tras una larga guerra de desgaste? La respuesta, una vez más, está en el viento, en la corriente de la Historia.


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