Ruy González de Clavijo, el encargado del Rey Enrique III, fue el primer embajador europeo que alcanzó una relación diplomática estable con el emperador Gran Tamerlan, cuya capital en los siglos XIV-XV fue Sabarcanda, una ciudad de actual Uzbekistán y de la Ruta de la Seda. El 14 de diciembre juró su cargo el nuevo Presidente de Uzbekistán, Shavkat Mirziyoyev. Tras 25 años de Presidencia de Islam Karimov, su delfín se sometió a unas elecciones y las ganó por goleada, como esperaban la mayoría (si no la totalidad) de observadores nacionales e internacionales. Aunque declaró desde el primer momento que su política sería continuista con la de su predecesor, ya va introduciendo cambios. El principal, es que ha sido capaz de impregnar el ambiente de un mantra que, al parecer, es cierto: hay cambios, muchos cambios, y a mejor.
La verdad es que lo primero que ha hecho ha sido declarar 2017 año dedicado a que el Gobierno dialogue con la ciudadanía. Un movimiento muy inteligente por parte del nuevo mandatario, y parece que también es sincero. Este interés por conocer de primera mano los problemas de la gente no se debe a que los desconozca por completo, porque viva en un palacio de marfil aislado del resto del mundo, sino porque ha considerado necesario que la población perciba que su nuevo gobernante es accesible a todos, no vive de espaldas a la gente, y que está interesado por la situación real de sus conciudadanos.
Además, ha adoptado un plan estratégico de acción para los siguientes cinco años (2017-21) con cinco objetivos, uno por cada año: mejorar las relaciones Estado-ciudadanía, reforma del sistema judicial, desarrollo y liberalización económica, mejora de las principales políticas sociales y garantizar la convivencia pacífica en el país y la región. La estrategia fue diseñada sobre la base de un estudio de los intereses y las necesidades de los ciudadanos, un análisis de la legislación vigente, las prácticas de aplicación de la ley y las mejores prácticas internacionales, así como un amplio debate público. Además, Mirziyoyev ha creado una Comisión de seguimiento para vigilar que esta estrategia sea aplicada íntegramente, siendo él mismo quien encabeza dicha comisión.
Cualquiera que acceda al documento puede ver que este es un presidente que ha tomado nota de un amplio abanico de sugerencias provenientes de una buena multitud de sectores de la población uzbeka. Y es de esperar que, sin romper con el continuismo y la estabilidad del proceso de democratización en el país, este presidente adopte nuevas decisiones que favorezcan el desarrollo económico, político y social de Uzbekistán, y la mejora de sus relaciones con los países de la zona (como el caso de Tayikistán) y con otros países más alejados de ellos, entre ellos España. Sin lugar a dudas, hay un nuevo clima, augurio de próximos cambios positivos.
En el mes de marzo se cumplen 25 años de las relaciones entre España y Uzbekistán. Nada más declararse la independencia de las 15 nuevas repúblicas resultantes de la implosión de la URSS, la diplomacia española se puso manos a la obra para entablar relaciones cordiales con cada una de ellas. El caso de Uzbekistán es muy curioso pues se contaba con un precedente nada desdeñable: la embajada de Ruy González de Clavijo al Gran Tamerlán (1404), en nombre de Enrique III de Castilla. Por eso, los Reyes visitaron Taskent en 1984, cuando aún ni siquiera se había independizado; y cuando ya se consiguió aquel objetivo, pronto empezaron a intercambiarse visitas de alto nivel entre ambos países hasta los últimos encuentros de Karimov con D. Juan Carlos en 2003 y 2009. Hay que volver a leer las palabras que entonces le dedicó el rey en la cena de gala que le ofreció en su honor para darse cuenta de que poco han cambiado las relaciones entre nuestros dos países. Si acaso, han mejorado.
Pero hay que ser realista y hay que admitir que han mejorado pero poco. Dicho de otra manera, se podría haber hecho mucho más. Cualquier español que haya viajado a Uzbekistán se habrá percatado de la afinidad que existe entre ambos pueblos y lo acogedores que son los uzbekos. Ahora, con un nuevo Presidente que desea dar un fuerte impulso a estas relaciones, habría que aprovechar esta oportunidad. España tiene mucho que ofrecerles en muchos campos; pero aparte de los ya consabidos de las industrias españolas consolidadas allí (Talgo, Maxam,…), podemos aportar nuestra experiencia en el campo del turismo y la hostelería y en el campo de la energía y el medio ambiente. Ojalá veamos la apertura de una escuela de turismo hispano-uzbeka en los próximos meses.