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LA INERCIA QUE NO SE PUEDE TORCER

El Palacio de San Telmo, sede de la Presidencia de la Junta de Andalucía.
El Palacio de San Telmo, sede de la Presidencia de la Junta de Andalucía.

Andalucía puede cambiar España

· Por Enrique Miguel Sánchez Motos, Administrador Civil del Estado

By Enrique Sánchez Motos
martes 04 de diciembre de 2018, 09:08h
Las elecciones autonómicas andaluzas han tenido clave roja y gualda. Sanchez llegó al poder y en él se mantiene, con el apoyo de los separatistas, de los amigos de la dictadura asesina de Maduro y de los amigos de ETA. Sus líneas políticas, reiteradamente mentirosas, han irritado profundamente a muchos españoles. “Si llego al poder convocaré elecciones inmediatas”. Mentira. “Desde luego es un delito de rebelión”. Ya no. Mentira. “Bienvenidos los inmigrantes”. Mentira. “El pesquero de Santa Pola con 12 inmigrantes que se apañe solo”. Etc, etc. Sánchez llegó, a la Presidencia de España, con un bagaje de numerosas e increíbles contradicciones que Rajoy denunció, con mucho detalle, en su brillante discurso en la moción de censura. Llegó también con el apoyo de un miope Rajoy, que no supo aceptar la oferta de dimisión que le ofreció Sánchez, a cambio de una convocatoria inmediata de elecciones. La consecuencia es que tenemos un presidente, desde junio pasado, cuyo partido tiene apenas 85 diputados y que ha centrado su política en contemporizar con los separatistas, renegar del 155, resaltar la “memoria histórica”, pretender sacar a Franco del Valle de los Caídos, mantener a ministros en contra de sus criterios éticos previos y viajar en el Falcon. Frente a estas actuaciones, que llevan a España hacia la miseria política y económica, los españoles de Andalucía se han levantado o se han abstenido.

Los resultados son implacables: PP 26 diputados, Cs 21 y Vox 12. Total 59 diputados de centro y derecha, frente a los 50 de la izquierda, 33 PSOE y 17 Podemos/Adelante. Tras los 40 años de socialismo en Andalucía, ha llegado el cambio, con clara banderita española, como el vino de Jerez y el vinillo de Rioja. Si, con estos resultados, el centro y la derecha no fueran capaces de desbancar a la izquierda, los partidos responsables lo pagarían carísimo en futuras elecciones, en el resto de España. Casado tuvo un discurso correcto e integrador al celebrar los resultados. Habló de pactos entre los tres partidos de la derecha ganadora, sin limitaciones, lo que incluye un posible gobierno tripartito. Rivera no estuvo acertado. Fue esperpéntico, basado, tal vez, en ver demasiadas series de televisión. Anunciar, desde ya, que iba a presentar a Marín como candidato carece de sentido. ¿Cree que va a contar con los apoyos de PP y Vox para ello, o pretende contar con el apoyo del PSOE y la abstención de Podemos? La primera opción es imposible. Cs se encuentra más hacia la izquierda que PP y que Vox. No puede ser el punto de equilibrio entre los tres. La segunda opción, el abrazo del PSOE, sería suicida. No se lo perdonarían sus votantes, militantes y probablemente tampoco algunos de sus diputados, como Girauta e incluso Arrimadas. Por mucho menos, por apenas no tener visión integradora, cayó Rosa Díez, excelente y firme presidenta de UPyD. Rosa no supo, en el verano de 2014, aceptar la mano tendida de Rivera, entonces presidente de un pequeño partido catalán. El resultado fue la huida de sus votantes y militantes, y llevó a UPyD a la desaparición en la primavera siguiente.

En cuanto a Vox, los andaluces le han dado una posición inesperada, pero, indiscutiblemente, merecida. Salir de la nada y alcanzar 12 diputados es un resultado espléndido. Tendrán grupo propio y son imprescindibles para que gobierne el centro derecha. No creo que Vox caiga en el error de apoyar al PP sin entrar en el gobierno. Vox debería dejar muy claro que, si no lo quisieran en el gobierno, porque es un partido de “ultraderecha”, tampoco esperen sus votos y que ya los españoles opinarán en futuras elecciones. A gobernar se aprende gobernando y tener dos o tres Consejerías importantes es el camino. Vox puede ser la levadura que fermente la Administración y sector público andaluz que le toque dirigir. Podrá demostrar que la gestión excelente y la transparencia son claves, levantar las alfombras, llevar al juzgado de guardia los “muertos”, que en su caso encuentre, y promover reformas estructurales y organizativas de calado. Además, Vox, como partido, al igual que el PP y Cs, seguirá teniendo sus propias opiniones políticas, y las podrá manifestar, a nivel local, dentro del acuerdo de gobierno a que haya llegado y, libremente, a nivel nacional. Algunas de ellas pueden ser muy polémicas, pero el cambio es el cambio. No me cabe duda de que Vox promoverá, a través de su Grupo autonómico o en los pactos de legislatura, la derogación de la Ley 2/2017, de Memoria Histórica y Democrática de Andalucía. Esta reciente ley, de marzo de 2017, ahonda en la división y el enfoque sesgado, que estableció la nefasta ley de Zapatero. Los andaluces, proclives a la cordialidad y a la paz, no se merecen que esa ley siga vigente. Sería inteligente que se proponga su derogación inmediata y su posterior sustitución, por una serena y mesurada ley de Convivencia y Reconciliación, que aborde las luces y las sombras, vengan de donde vengan, tanto del periodo de la cuestionable Segunda República, como de la lamentable Guerra Civil y del resultante gobierno de Franco.

Las inmediatas negociaciones que PP, Cs y Vox realicen y sus actitudes y propuestas en ellas, van a ser la mejor campaña política de esos partidos, de cara a las futuras elecciones, locales, generales o europeas, que se celebrarán en España en el plazo de uno a dos años. Ojalá se desarrollen con visión de Estado y con amplitud de miras, buscando resultados y también tendiendo la mano a todos los socialistas, e incluso podemitas, que hoy están desencantados con la deriva revolucionaria, de confrontación, que está desarrollando el PSOE actual con el Podemos griego y venezolano.

Los tres partidos tienen sus lastres, de mayor o menor calado. El PP tiene a Rajoy y a su legado, en particular, su escasa visión de Estado y su vergonzosa aplicación del 155. Esperemos que Casado no insista más en darle la palabra. Cs tiene en Andalucía, su reciente pasado sosteniendo al gobierno de Díaz y sus ominosos silencios ante la corrupción. Debe dejar claro que no fue una opción muy afortunada. Vox, no ha gobernado, no está vinculado a ningún caso de corrupción y no tiene lastres, salvo algún desafortunado comentario sobre la opción Valls en Barcelona, pero esto es una minucia, de mucha menor enjundia que el calificativo despectivo de “ultraderecha”, que se le ha hecho desde las filas del PP y Cs. El momento ha llegado. Los tres partidos de la derecha se juegan su futuro, a corto y medio plazo, pero también el inmediato de España.

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