Hoy en día te levantas por la mañana y te desayunas con una invasión de fachas. Si escuchamos a determinados “brigadistas a la violeta”, parece que estemos ante una pandemia de “camicie nere” o “squadristi d’Azione” que portando manganelli, reparten“manganellati a discrezione”. “Ya veis como son estos españolazos”, decía un progre de vía estrecha a unos colegas tomándose unas cañas: “Ahí tienes la prueba en Andalucía, han llegado los fachas”, sentenciaba entre gamba y gamba, con aire de centinela “yayoflauta” que columbra en la lejanía nubes de polvo, producidas por tribus fachas en pie de guerra. Sus interlocutores, con las fauces también llenas de cerveza y gambas de Huelva, estaban francamente indignados ante ese ataque del fascismo que supone que 400.000 ciudadanos voten como les plazca y se les ponga, en unas elecciones limpias y perfectamente democráticas.
En estos tiempos todo se reduce a llamar fascista y demonizar lo que provenga de la derecha, mientras se omite piadosamente todo lo que de totalitaria y liberticida tiene la izquierda. Que el comunismo haya sido la monstruosidad histórica evidente que fue, hoy no puede decirse, porque, si lo haces, serás tildado rápidamente de facha. Decir que el socialismo ha sido durante casi 40 años que ha gobernado en Andalucía, un partido corrupto, clientelar y de señoritos, está prohibido y, si lo explicas, eres un facha de tomo y lomo. Si en Cataluña dices que el separatismo es supremacista, racista, sectario y tanto o más corrupto que el socialismo en Andalucía, no tan sólo eres fascista, sino españolazo y “botifler”.
¿Que está pasando con el fascismo, que lo vemos asomar por cualquier rendija a las primeras de cambio? ¿Hay tantos fachas como se dice? ¿Existe una pandemia de “camisas negras” y no hay vacunas? No sabemos; pero lo único cierto es que si VOX ha irrumpido con fuerza y por la puerta grande en el ruedo de la política es por demérito de los partidos tradicionales. VOX se ha alimentado y se alimenta de la dejadez y soberbia de los partidos que nunca hacen la menor autocrítica, ni reconocen jamás sus errores, sus vicios, sus clamorosas carencias intelectuales y aún humanas.
Los llamados partidos progresistas cometen todos el mismo error: ven fachas por doquier y por encima de sus posibilidades. Habría que decirles que no es el fascismo, sino su propia estupidez, su egoísmo, su prepotencia moral, su incapacidad para cortar los problemas de raíz antes de que pasen a mayores, lo que propicia soluciones extremas.
Hay algo que es peor que ser facha, “camisa negra o azul”, reaccionario, franquista, españolazo, escuadrista e tutti quanti: es ser extremadamente estúpido o bobo de solemnidad.