Si el secesionismo, que no el independentismo, no es ni ha sido un problema político, sino un problema de atentado a la democracia, un problema de totalitarismo y, sobre todo, un problema moral, se debe, sin duda, a sus raíces racistas, supremacistas, anti solidarias y anti humanistas. Pero en España, la particularidad es que la inmoralidad ha empezado hace mucho a salpicar a los Gobiernos patrios y está llegando ya a anegarlos. Y como los Gobiernos son, en democracia, lo que votamos, la vergüenza nos alcanza a todos.
Si nos preguntan qué es lo más importante que está en juego en la crisis secesionista hispano catalana, lo radicalmente esencial, somos de los que no van a acudir a una mística patriotera, ni a un objeto de destino en lo universal, ni a banderas, ni a los desastres económicos de una secesión, ni a la pérdida de masa crítica como Nación en el concierto mundial, ni a la debacle de la democracia. Con la verdad por delante, entendemos que lo más importante son las personas de bien a las que se le han hurtado derechos civiles, libertades, prosperidad y seguridad. Son las personas que han tenido que abandonar ibero Cataluña por la asfixia de la violencia moral, por no poder escolarizar a sus hijos en la lengua de su Patria, son los 12000 profesores que el infame Pujol obligó a abandonar CisCataluña (¡éxodo brutal ante la pasividad general!) son los que son multados por rotular en español, son los que tienen que abandonar su casa, siendo jueces del Supremo, son los que su propia policía persigue y no protege, son, en fin, los que han dejado de ser ciudadanos libres e iguales bajo la bota presionante de la violencia moral separatista y discriminatoria.
Y los máximos responsables de evitar que eso ocurra y de asegurar que los habitantes de Cataluña gocen de los derechos inherentes a todo ciudadano español en paz, son los Gobiernos de la Nación Española. A años luz del Gobierno regional hispano-catalán. Y sin embargo, llevan ya decenios fallando a ese fundamental deber. La Historia no perdonará a esta generación, como no ha perdonado a los que votaron al nazismo.
Una nota final: llegado a este punto muchos dicen que, en efecto, es obligación, traicionada, pero obligación al fin, de los Gobiernos de España el proteger a los catalanes no secesionistas de las barbaridades de los Pujol, Mas, Torra y compañeros mártires. Por supuesto, y ahí les condenamos al oprobio, pero NO SOLAMENTE. Es también obligación crucial de los Gobiernos de la Nación liberar y proteger a los miles de hispano catalanes intoxicados, inoculados de mentira y odio impunemente, histerizados irracionalmente, fanatizados alrededor de falsísimos dioses, manipulados, alienados… Para comprenderlo basta con ver la evolución de la masa separatista en los últimos diez años y observar lo acaecido en escuelas, universidades, televisiones y políticas regionales. Los separatistas de reciente hornada son la carne de cañón a la que también hemos abandonado, todos. Para vergüenza de todos.