Acaba de empezar el 2020 y como cada año la práctica totalidad de los mortales nos marcamos una serie de objetivos para alcanzar en el nuevo año. Todos escribimos o creamos mentalmente nuestra wishing list o incluso como a mí me gusta decir, nuestra lista de buenas intenciones. ¿Alguno de vosotros se siente identificado con lo que estoy escribiendo en estas líneas? Ahí va otra afirmación: al igual que empezamos el año con mucha ilusión y ganas por cumplir con nuestros propósitos, pronto esos deseos empiezan a modificarse o incluso a abandonarse, ¿os seguís identificando?
Sin duda es bueno marcarse unos objetivos pero es importante saber elaborar bien esos objetivos. Parece sencillo pero ya os avanzo que no lo es. La mayoría de veces creemos que sí tenemos bien clara nuestra meta pero el camino no lo es tanto. La tendencia es la de decidir lo que se va a hacer incluso antes de tener el objetivo bien definido. Esto nos lleva a tomar decisiones y realizar acciones que al final no nos conducen a la meta deseada con la consiguiente frustración que ello conlleva. Es entonces cuando casi de forma inconsciente nos formulamos la pregunta del millón: ¿Qué es lo que estoy haciendo mal?
La respuesta es muy sencilla: posiblemente no habréis formulado un objetivo y de haberlo hecho probablemente no estará bien expresado. Me gustaría proponeros un ejercicio: coged un papel y un bolígrafo o lápiz, lo que os resulte más cómodo y escribid un objetivo que os gustaría alcanzar para el 2020. Sólo necesitáis un objetivo. Es importante que lo pongáis por escrito, no vale con pensarlo. Tomaros vuestro tiempo. ¿Ya lo tenéis? Ahora quiero que os fijéis atentamente en cómo lo habéis formulado. ¿Habéis utilizado el infinitivo?
Ésta es una de las claves de la formulación de los objetivos. Debéis utilizar el infinitivo, no valen los condicionales del tipo “me gustaría”, ni los tiempos tipo “quisiera”. Este tipo de expresiones os alejan de vuestra meta deseada. Si ya tenéis clara la importancia de utilizar los tiempos verbales correctamente, es el momento de mostraros la regla de oro de la formulación de objetivos. ¿Habéis escuchado alguna vez la expresión SMART? Se trata de un acrónimo que muestra los atributos que todo objetivo debe de tener.
La “S” representa la sencillez, simplicidad. Debéis de formular vuestro objetivo de forma sencilla. De este modo, cuantas menos palabras utilicéis al plantearlo mejor. Por ejemplo: si decís “Conseguir mejorar el servicio prestado a mis clientes a través de un trato personalizado, próximo, excelente y exclusivo. Sin olvidar el carácter innovador que deseo aportar a mi producto”. ¿Por casualidad no os habéis perdido con tanto artículo? Lo ideal es poder reflejar vuestro objetivo en una frase. Evitad, demasiados gerundios o adjetivos seguidos.
En segundo lugar el objetivo debe de ser medible y de ahí la “M”. Debéis de ser capaces de valorar en términos numéricos vuestra meta. Huid de las generalidades del tipo: “Mejorar el servicio prestado a mis clientes” ¿Qué significa esto? ¿Cómo podéis medir ese servicio? Si reformulo la frase anterior y digo: “Realizar un seguimiento semanal de los clientes vía telefónica”. ¿Os resulta más claro? El hecho de indicar que se llamará al cliente ya introduce una variable más fácil de acotar numéricamente e incluso se puede indicar el día en el que se realizará ese seguimiento.
El siguiente aspecto a tener en cuenta es si el objetivo planteado es o no asequible. De ahí la “A”. Este es uno de los atributos más difíciles de conseguir. Obviamente os aconsejo que seáis un poco ambiciosos pero al mismo tiempo debéis ser realistas. ¿Os acordáis del cuento de la lechera? Pues aquí sucede lo mismo. Debéis ser conscientes de vuestras fortalezas y oportunidades así como de vuestras debilidades y amenazas. Retomando el ejemplo del párrafo anterior una formulación asequible podría ser: “Llamar a los clientes a los que se les ha enviado una propuesta de presupuesto 48 horas más tarde al envío de las propuestas”
Vuestro objetivo debe de ser realista. De ahí la “R”. En este punto es importante que conozcáis muy bien vuestros puntos fuertes y vuestras debilidades. Del mismo modo, es importante conocer bien vuestro negocio. Por ejemplo si yo os digo: “Incrementar mi cartera de clientes hasta alcanzar los 100” Puede que tenga 5 clientes hasta el momento. Del mismo modo, me falta un detalle en esta formulación. ¿Para cuándo quiero alcanzar esos 100 clientes? Ésta es la última característica del objetivo: debe de estar acotado temporalmente. De ahí la “T”
Si yo ahora os indico: “Incrementar mi cartera de clientes hasta alcanzar los 100 para finales de febrero” De momento ya he marcado un límite temporal con lo que me permitirá organizar mejor mis acciones de cara a alcanzar la meta. Sin embargo, es importante tener muy presente si es realista o no conseguir ese número de clientes. Como podéis comprobar todos los atributos desarrollados en los parágrafos anteriores están íntimamente relacionados con lo que es importante que os toméis vuestro tiempo para formularlos.
A modo de conclusión me gustaría destacar la importancia de redactar bien los objetivos como punto de partida para lograr vuestras metas. Es mejor invertir más tiempo en la redacción. Luego una vez fijados los objetivos el siguiente paso será definir las estrategias y acciones necesarias para alcanzar esos objetivos. Sin embargo, para definir esas acciones será fundamental conocer vuestras fortalezas y debilidades para así poder sacar el máximo potencial de las primeras y reducir o incluso anular las segundas. Lo cierto es que no existe una fórmula mágica para tener éxito en vuestros proyectos y negocios pero unos buenos cimientos siempre ayudarán a alcanzar los resultados buscados.
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(*) · Sara López Martos es Licenciada en Economía por la Universidad de Barcelona (UB) y Bridgewater College, Virginia (EEUU), Master en Protocolo, Organización de Eventos y Gestión de Congresos y asesora Experta en Organización de Eventos Institucionales, Congresos y Presentaciones Corporativas.