A pesar de que el coronavirus es menos letal que la gripe común y la desproporción entre la realidad y sus efectos no corresponde a hechos tangibles, la situación no es baladí para “relajarse” y atajar una epidemia que ya afecta a más de 83.000 personas en todo mundo, la mayoría en China, país que de no haber tomados las medidas drásticas que tomó, aunque algo tarde, los “infectados” a nivel mundial estarían ahora en unos 300.000, lo que evidencia la enorme velocidad con la que se expande el virus, que necesita menos apoyo mediático y más conocimiento sin menospreciar sus “brutales” consecuencias económicas.
Obviamente, a nadie se le escapa que cada año se producen miles de muertos por la gripe común, en su mayoría persona de elevada edad, pero el porcentaje de individuos que, estando en los grupos de riesgo, se vacunan anualmente de la gripe es relativamente bajo, lo que indica un cierto fatalismo, aunque ahora con el coronavirus se dispara la alarma que está desubicando a todos con daños colaterales inmensos y con las bolsas de todo el mundo hundidas que afectan por completo a la economía de todos los países.
La Organización Mundial de la Salud (OMS) viene advirtiendo de la necesidad de más efectividad, incluso al parecer Occidente debería tomarse más en serio la epidemia para evitar otras ramificaciones que pueden luego ser tarde en tomar decisiones finales, pero lo que sí es cierto que por ahora sus dimensiones son imprevisibles y lo que empezó en China, luego llegó a otros países de la zona como Corea del Sur y Japón y ahora ya navega por Europa, en especial en Italia, pero países como España y Francia o Alemania ya sufren sus consecuencias.
El coronavirus va a crear, bueno ya está creando, una serie de dudas sobre el crecimiento económico, una epidemia que va camino de convertirse en pandemia si antes no se ataja, pero su país de origen, China, va a sufrir bastante, va a perder peso en todos los sectores y con toda seguridad habrá un “antes y después” del coronavirus, que se ve alimentado por una expansión mediática sin control, no exento de ciertas veracidades, donde el sector turístico e industrial su impacto es muy alto mientras la economía ha tenido una caída del 2,5 puntos.
La mayor esperanza radica ahora en la primavera y poco después el verano, estaciones proclives con las altas temperaturas que combaten el coronavirus, el cual se siente más cómodo con el frío, de ahí que pese a mínimos infectados en África, sea una de las zonas con menos contaminados, sólo registrados tres casos en el continente, y donde el número de muertos a nivel mundial llega casi a los 3.000 fallecidos.
Sin embargo, la alarma existente se debe más a las consecuencias de lo que puede ocurrir con el coronavirus que a lo que realmente sabemos de la epidemia, la cual transita mundialmente sin vacunas ni tampoco antivirales concretos y menos sabemos cómo se contagia entre las personas y no olvidemos como alarmas sanitarias mundiales similares como la del “sida”, que en principio nadie sabía sus orígenes (1981) en medio de un gran misterio y luego fue mortal hasta que afortunadamente que llegaron sus vacunas respectivas para reducir su mortandad, pero la vulnerabilidad humana ante el desconocimiento siembra cierto histerismo. Y es obvio.
La epidemia está ya -con un pánico desorbitado- cambiando los hábitos de los ciudadanos de todo el mundo, pues el miedo no tiene fronteras ni dueños, pero si es cierto que en un mundo tan global como el actual, la racionalidad debe ir acompañada de efectos que transmitan calma y sosiego y evitar que todo lo que se dice nos lleve a un histerismo ansioso producto de un desconocimiento, como por ejemplo el llevar mascarillas sin saber para qué, pues sus efectos no existen, salvo en personas infectadas y así miles de cosas que es necesario conocer para evitar una anomalía que conduce a una innecesaria preocupación que razonablemente es lógica.
El parón económico no sólo afecta a China, sino empieza a trastocar otras economías, donde el crecimiento económico y el empleo sufren sus consecuencias, en especial cuando los precios internacionales del crudo se desploman y cada vez se cancelan más eventos de toda clase, incluso la amenaza de suspensión de los Juegos Olímpicos de Tokio para el próximo verano no se descarta o en el mes de marzo las típicas Fallas de Valencia (noroeste de España) e incluso cómo deben ser las procesiones de Semana Santa en España.
Mientras, Pekín, confía en tener el brote de coronavirus bajo control a finales del próximo abril, optimismo que no comparten países como Australia o Nueva Zelanda, ambos de Asia-Pacífico más cercanos a China, en Corea del Sur los nuevos contagios siguen aumentando y ya se han registrado 556 casos nuevos de coronavirus, lo que eleva el balance a 2.022 afectados con 13 personas fallecidas, cuyas autoridades sanitarias van a hacer pruebas a 210.000 seguidores de la secta religiosa Shincheonji, en Daegu (sureste de Seúl), que podría ser el foco desde el que se ha propagado el virus a otras provincias del país. China eleva a 2.788 las muertes por el coronavirus y unas 79.000 personas contagiadas.
El daño económico ya es irreversible, enumerar sus cifras u organismos afectados es interminable, pero la epidemia ya está destruyendo empleo y muchas compañías están ajustando su personal ante unas perspectivas que hace unas semanas nadie intuía que sería como es ahora mismo.
Y, para redondear la psicosis colectiva mundial, una empresa española de la ciudad de Alcalá la Real (Jaén-Andalucía-sur de España), lleva más de un mes produciendo entre 70.000 y 80.000 mascarillas diarias, que está vendiendo directamente a China, pero con importantes pedidos de Alemania, España y Corea del Sur.