Hace ahora un año nadie se imaginaba que el coronavirus iba ocasionar más de 2,2 millones de muertos y más de 103 millones de personas infectadas, unas cifras espectaculares cuando en enero de 2020 sólo había 82 casos y ninguna muerte fuera de China, país en el que se originó la pandemia que ha paralizado el mundo. Un año desde que la Organización Mundial de la Salud (OMS) declarase la emergencia sanitaria internacional aunque ya previamente había casos en Tailandia, Japón, Corea del Sur, Taiwán y EEUU.
Un año después del estallido de la COVID-19 en la ciudad china de Wuhan, los expertos de la OMS inspeccionan el famoso y triste mercado de Huanan, donde se vendían animales salvajes y se sospecha que se originó la pandemia o desde la que se propagó a todo el mundo, aunque está claro que será complicado ubicar una investigación a fondo, pese a los numerosos retrasos y contratiempos, para que los que 14 virólogos, epidemiólogos, médicos y veterinarios de la OMS puedan dar con las pesquisas que aclaren sus auténticas causas.
La OMS lo tiene claro, pero no va a molestar a Pekín. Tal vez lo mejor, como señala el organismo, “es tratar de entender qué ocurrió y ver si con base a esos datos podemos reducir el riesgo para el futuro”. “No se trata de buscar culpables”.
China se esfuerza en demostrar que la pandemia no se originó en su país, incluso sostiene que en Italia y España el coronavirus ya circulaba antes de que se detectaran los primeros casos en el país, y afirman que el virus pudo entrar en territorio chino a través de productos congelados importados, pero una mayoría de científicos señalan al gigante asiático como foco más probable de la epidemia.
La anormalidad la estamos convirtiendo en normalidad. Lo más triste es aceptar como si nada ocurriese el fallecimiento de cientos de persona diariamente. Todo va a velocidad de vértigo y las transformaciones y complejidades sobre hechos reales no tienen freno, pero esta brutal pandemia no quiere irse y encima las vacunas todavía no son operativas al máximo. Tal vez nos estemos volviendo insensibles a una realidad que sólo despierta preocupación cuando nos toca en primera persona.
La pandemia ha bloqueado la economía mundial, pero pese a la COVID-19 la economía china ha crecido un 2,3 por ciento en 2020 y sigue siendo referencia a nivel global. Sin embargo, el empleo, la producción industrial o el consumo, entre otros sectores, se han visto gravemente afectados en todo el mundo. Pekín sostiene que su crecimiento económico está relacionado con la rapidez con la que controló la pandemia.
Nuevos retos y nuevas estrategias. El coronavirus lo ha trastocado todo y nada será igual. A nivel mundial la sociedad se enfrenta a desafíos muy vitales para la supervivencia de proyectos a todos los niveles, mientras la rivalidad económica pero también política entre EEUU y China no será baladí, como tampoco el auge del populismo, que se ve alimentado por una insatisfacción que sólo se mantiene vivo en promesas en gran parte utópicas, y solo cabe esperar que la comunidad internacional no se debilite más. El único remedio es la vacuna en todo el planeta.
Pero eso sí, mientras globalmente se busca la solución a la normalidad mundial, China y Estados Unidos, ahora ya con Joe Biden en la Casa Blanca, seguirán mirándose de reojo, porque el examen diario desde la distancia entre las dos primeras potencias del mundo no va a tener calma, aunque se espera que la nueva realidad política estadounidense no origine las numerosas tensiones creadas en la etapa de Donald Trump y que tanto daño económico hizo a la comunidad internacional. La lucha por la hegemonía mundial entre Pekín y Washington debe enterrar el desastre político y económico de Trump en estos últimos cuatro años.
China es el único país que ha crecido en medio de la pandemia, país que pasó de ser el mayor número de contagios a convertirse en uno de los menos afectados en pocos meses, cuyas medidas de confinamientos estrictos y aplicaciones de móviles y sistemas de rastreo dieron eficacia para combatir la COVID-19.
Todo ello, pese a las críticas que se han vertido contra China por ocultar datos originales de la pandemia, no ha impedido gran parte de una recuperación que le ha servido para retomar su actividad económica, logrando así cierta ventaja frente a la Unión Europea (UE) y EEUU, sus principales competidores, pero es verdad que mientras el mundo no se recupere económicamente también perjudicará a China, dado que son sus principales consumidores.