Y, claro está, el contexto pandémico también ha dejado huella -y está dejando- en las grandes industrias. Un ejemplo es la Fórmula 1, que después de una temporada pasada absolutamente atípica, se ha adaptado a las nuevas situaciones originadas por los protocolos necesarios de estos días, que han provocado retos nuevos y hasta ahora desconocidos de puertas hacia dentro, en los equipos, pero también con relación a los espectadores, abocados desde hace meses a ver la F1 en streaming.
Que es una temporada singular ya se comprobó hace meses, durante la pretemporada. Históricamente, este periodo -enero y febrero- se erige como la etapa fundamental para la preparación de los monoplazas, con los equipos a pleno rendimiento para sacar el mejor coche posible de cara a la competición. No obstante, este año, y debido a la necesidad de un distanciamiento social, los avances tecnológicos y de ingeniería se han tenido que realizar en pequeño comité presencial. En este sentido, la interacción física entre miembros de un equipo, un contacto fundamental, ha adoptado la tendencia habitual de estos tiempos, la vía telemática. No es de extrañar, por lo tanto, que la configuración y el diseño del cableado de un nuevo motor se haya ideado mientras el bebé de turno pedía atenciones o cuando el timbre de la casa sonaba.
Y mientras la vacunación no sea global el contexto será, más o menos, así. Es decir, la evolución de la pandemia en los distintos países que albergan pruebas de la F1 marcará el tipo de evento que se celebre. No obstante, el calendario de 2021 ya se ha configurado con la opción, si hace falta, de perder algunas carreras si es necesario: en la temporada original hay un total de 23 carreras, pero si finalmente la campaña se cierra con 20 ya se considerará un éxito notorio.
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