La falta de respeto a las instituciones, como el Tribunal Constituciónal o el Poder Judicial, cuando sus resoluciones no se ajustan a las pretensiones de los políticos, se realiza frecuentemente con criticas en términos de fondo y forma, que van más allá de lo admisible. Indudablemente se pueden criticar las resoluciones judiciales, e incluso se debe, pues muchas veces cuestionables, pero debe hacerse desde el respeto y si fueren claramente prevaricadoras ejercer las acciones oportunas, pero no criticar de una forma agria y pasional como recientemente ha hecho una ministra, en un caso de la Audiencia de Bilbao, que ha llevado a políticos del PNV a denunciar, la soberbia, dogmatismo y sectarismo de la ministra, ajena además al mundo juridico y que ya tiene antecedentes de propuestas legales disparatadas. Sus posicionamientos en diversos temas, suelen estar muy alejados de lo legal, como lo están muchos de los que critican las resoluciones judiciales.
La falta de respeto institucional, se presenta también en afrentas directas o indirectas, a la jefatura del Estado, que es la monarquía, mientras no se cambie y por ahora no se ha hecho o al presidente del Gobierno, en algunos viajes a Cataluña.
La falta de respeto institucional, tiene lugar, también por las posturas maximalistas e inflexibles de los partidos, que impiden la renovación de órganos constitucionales, como el Consejo General del Poder Judicial.
La falta de respeto a los ciudadanos, por los partidos políticos, se manifiesta entre otras cosas ,en el incumplimiento clamoroso de las promesas electorales, como lo relativo a la transparencia informativa y en la información omitida o tergiversada o falsa, como la realizada durante la pandemia, con los célebres expertos inexistentes o con la manipulación de datos.
Es necesario que los políticos, piensen en el bien común de los ciudadanos y comunidades y para ello es necesario el diálogo plural, para alcanzar el objetivo de una sociedad libre y justa, que proteja a los más desfavorecidos o necesitados de ayuda, como muchos huérfanos, ancianos discapacitados, familias sin medios etc. corrigiendo las deficiencias de la libertad de mercado, que siempre favorece a los más poderosos económicamente, pero que genera también grandes perjuicios para muchos y desigualdades injustas.
La política sin embargo, va en España camino de ser cada día más un negocio, de la clase política, inflada en puestos y cargos a niveles intolerables, como no sucede en otros países europeos. Por eso, por ser una mera guerra de poder, se abandona el respeto y se busca la crispación y nadie quiere reducir esa inflacionaria administración pública a todos los niveles, que sirve de chiringuito económico a tantos a costa del ciudadano que paga.
Y así es más fácil entretener con la memoria histórica, que no afrontar el tema del precio de la luz que afecta a tantas familias y empresas, o las reformas legales necesarias para hacer frente a situaciones como la causada por la pandemia del coronavirus. No vale solo criticar al Gobierno, necesario por supuesto, sino que hace falta también hacer propuestas legales concretas desde la oposición, aunque se fueran a rechazar en el parlamento.
Contribuye a la crispación, el uso de las redes sociales y ciertos medios de comunicación al servicio del poder que para los subvenciona adecuadamente.
En resumen hace falta respeto para propuestas de diálogo, y crítica constructiva.
Esto será utópico en este momento, pero la situación actual, tiene un calificativo, que es el egoísmo político y hay que reconducirlo antes o después. La ahora cuestiónada Transición a la Democracia fue un modelo de respeto y tolerancia política del que se puede y debe aprender.