Aún más positiva es en la comparación con el año 2019, que ya marcó un récord en el volumen de las exportaciones en el país. Sobre ese ejercicio, julio de 2021 ha mostrado un crecimiento del 2,5%, batiendo un nuevo récord en este mes teniendo en cuenta los últimos 10 años. Las importaciones prácticamente repiten el dato histórico de dicho año de referencia pre-pandémico.
En comparación con Europa, el ritmo exportador se incrementa por encima de las cifras de nuestro entorno comercial como Alemania (12,4%), Francia (8,5%) o Reino Unido (7,7%), en este último caso, mostrando también el impacto del Brexit en su economía. Este hecho pone de manifiesto nuestro potencial de crecimiento, todavía más en una época donde se redefinirán, de algún modo, los suministros y las fuentes de materias primas y de producción a nivel global.
No obstante, estos datos aún no despejan las incógnitas en las que está inmersa la economía nacional y global. Con una inflación galopante, unas materias primas situadas en máximos, tensiones geopolíticas añadidas a un planeta que sigue enviando señales de cambio climático, aún existen reservas para confirmar que estas señales del comercio exterior no son una ilusión postpandemia. Realmente, hablar de postpandemia, es aún una ilusión en sí misma.
A todos estos factores macroeconómicos se le añaden los desequilibrios entre oferta y demanda de transporte. En los grandes medios de transporte globales -tanto marítimo, como aéreo y ferroviario-, encontrar capacidad y operadores disponibles para comprometerla y operar es ahora todo un reto. Con flujos de transporte comprometidos y corredores saturados, ni el precio ni los tiempos de tránsito están siendo opciones disponibles. La única alternativa es contar con capacidad para poder comerciar y vender, quién no disponga de ella, tendrá serias dificultades de cara al final de este retador 2021.