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NOVEDADES EN "LA EQUILIBRISTA"

La Equilibrista editorial presenta sus novedades en narrativa: “Perversiones de andar por casa”, “Ocho” y “La niña que quiso saltar desde un acantilado”

La Equilibrista editorial presenta sus novedades en narrativa: “Perversiones de andar por casa”, “Ocho” y “La niña que quiso saltar desde un acantilado”
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· “Perversiones de andar por casa” es una colección de relatos que tienen en común una especie de convencimiento sobre la imposibilidad de narrar algo grande, algo realmente importante, heroico o elaborado. Entonces, los relatos se caen en las lindes, e intentan, desde ellas, ordenarse con pequeñas descripciones acerca de la inadecuación de todos los individuos a su medio, de su incomodidad esencial

Marina Aguilar (El Puerto de Santa María, 1990) es licenciada y Máster en Filosofía y en Psicoanálisis. Su Catálogo de enfermos mentales ganó el certamen Enjambre Literario (2017). Ha publicado cuentos en editoriales, revistas y blogs como Quimera (2019), Paideia (2018) Culturamas (2017), La Fanzine literaria (2016) o Vuelo de Cuervos (2016).

“Aprovechar el beneplácito de la realidad más tibia para reflejar lo que esta tiene de extraño es inmoral las más de las veces. Pero cuando lo extraño se presenta en toda su pureza, tenemos todo el derecho del mundo a tomarlo como materia prima y manipularlo a nuestro antojo. Tal fue el caso de dos hermanas antagónicas que debían disfrutar para así complacer el antojo que tenían sus padres de saborear un típico almuerzo de clase media durante sus vacaciones en una ciudad del interior. ” (Perversiones de andar por casa, La Equilibrista)

Claudio Colina construye un relato caleidoscópico en el que se van intercalando, casi estroboscópicamente, secuencias de distintas etapas de la vida de Víctor, un periodista aficionado a la pintura cuya vida queda marcada por su breve amistad con un excompañero de facultad, Óscar Jaramillo. Este lo introduce en una turbia trama de tejemanejes políticos que cambiarán el rumbo apacible de su vida: una mezcla de alcohol, sexo y desapego junto a una renombrada pintora veinte años mayor que él, quien lo ha tomado como pupilo.

Claudio Colina (también conocido como G. Díaz) ha sido profesor, vendedor y guía turístico. Entre 2007 y 2021 ha publicado El cuaderno asintomático, Delta, Escaleno, Al norte de abril, Se busca donante de dinamita, Trueque y El año pasado en Marina Abad. Actualmente imparte cursos de narrativa y de estructura novelística a la vez que ultima sus próximas publicaciones.

“El campo de la zona azul. Jaro toma las curvas de la carretera agarrando el volante como si se le fuera a escapar. Granjas, fincas. Nos cruzamos con tan pocos coches que los conductores saludan al pasar. Todos son eléctricos, como este. Ni un triste ciclomotor, ni el menor cortacésped a gasolina. En esta comarca, descarbonizada por decreto, la emisión de la radio es mate, el ruido de todas las cosas es más blando, como el runrún de nuestros neumáticos en el asfalto. ”(Ocho, La Equilibrista)

Sergio Antón, miembro de una familia de artistas, intelectuales y profesionales esparcidos por medio mundo, ha desarrollado su carrera profesional tanto en el ámbito de la internacionalización de empresas como en el de la docencia; es autor de diversos estudios y artículos sobre internacionalización y marketing internacional y ha vivido, estudiado, enseñado y trabajado en numerosos países, entre ellos Francia, EEUU, Japón y Argentina.

Después de una vida repleta de penurias, una madre decide llevarse de la mano a sus dos hijos pequeños y arrojarse por un acantilado. Este es el punto de partida que avanza a caballo entre el costumbrismo más crudamente descriptivo y el realismo mágico de influencia latinoamericana. Narrada desde la voz de la niña, conoceremos las vidas de su madre, huérfana que tuvo que huir de su casa de acogida tras ser violada por su padre adoptivo, y de Tía Elvira, la bondadosa anciana que la recogió y cuidó.

“Fue en aquella mañana que madre decidió que no quería seguir viviendo. Madre ya no lloraba desde hacía tiempo. Tía Elvira nos decía que no era así, lo que pasaba es que ya no lloraba para fuera y ahora las lágrimas le brotaban hacia las entrañas, y era por eso que de vez en cuando se retorcía de dolor, se hincaba de rodillas y se hacía un ovillo, porque, según nuestra tía, las lágrimas eran tan amargas que le agujereaban el estómago.” (La niña que quiso saltar desde un acantilado, La Equilibrista)

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