Hay detrás de esta astracanada otro fundamento mal entendido por esa escuela de psicólogos que entiende que cuando a un niño se le manda el mensaje de que no ha superado una prueba, automáticamente, se le crea un trauma: una serie de daños y secuelas de los que, para la criatura, será imposible recuperarse.
Llueve sobre mojado, porque estas propuestas de bombero calan en una sociedad que se distingue por ocupar, en todo el mundo desarrollado, los puestos más residuales y degradados en materia de excelencia escolar. España sigue abonada al fracaso y al abandono, y de ahí lo que a continuación se desencadena en un mercado laboral al que, de un tiempo a esta parte, llegan en efecto individuos sin preparación, sin formación, con la cabeza hueca o llena de serrín o de pájaros.
En el momento en el que hay una clase política que, en plena decadencia de ese sistema educativo, sigue empeñada en cavar su tumba, cabe hablarse ya de una suerte de corrupción, de desviación, de prevaricación absolutamente condenable ligado a este proceder; y esto, en la medida en que nuestros representantes públicos, por más desorientados que estén o drogados de sectarismo que se hallen, saben a la perfección que no hay camino al progreso si se tira a la alcantarilla la cultura del esfuerzo, del sacrificio, el método, la disciplina. Como Rafa Nadal… ¡pero al revés!
Hace ya una década se auparon al poder y siguen hoy acomodados en las instituciones los autodenominados indignados, que proponían una urgente regeneración de nuestra clase política. Ellos, en su inmensa mayoría llegaron arriba sin estudios ni experiencia profesional, con expedientes ramplones o nulos, se mirasen por donde se mirasen. Y en 2022 continúan siendo la máxima expresión de la incompetencia.
Quizá es ésta la única forma de entender por qué, en dirección contraria al paso que marca el mundo avanzado, siguen estos líderes tomando decisiones, por acción u omisión, encaminadas a que generaciones enteras acaben enterradas por el desempleo, víctimas de su propia, cultivada e irremediable ignorancia.