· Por José Luis Barcelo, Editor-Director de ElMundoFinanciero.com y experto en Relaciones Internacionales
Todas las guerras, por muy horribles que puedan ser, terminan acabando y con la Guerra de Ucrania va a ocurrir lo mismo, tarde o temprano terminará, por mucho que ahora nos parezca una situación que crea muerte y ansiedad y no le vemos fin. El reciente intercambio de prisioneros entre Rusia y Occidente recupera procedimientos propios de la Guerra Fría pero abre a la vez una puerta a la esperanza de un punto y final, o, al menos, de un punto y seguido. Hace unas décadas en nuestro mismo continente europeo, entre 1991 y 2001, se desencadenó la llamada “guerra de los Balcanes” o “guerras yugoslavas”, tras el descalabro de la URSS y la disolución de la República Federativa Socialista de Yugoslavia, desde mediados de 1991 hasta su definitiva disolución el 26 de abril de 1992. La guerra en la ex Yugoslavia se demoró durante un decenio de lucha fratricida. El papel que desempeñó la Unión Europea fue verdaderamente deleznable, poniéndose de perfil ante un conflicto terrible que dejó asolado lo que hasta ese momento había sido un país, Yugoslavia, que habría funcionado de manera bastante razonable como Federación. Ingresó como país en Naciones Unidas el 24 de octubre de 1945, y en muchos casos mantuvo una política distante en lo militar respecto de la URSS, pese a encuadrarse en el eje de influencia soviético. Sin embargo, estalló una guerra de la que no pudieron librarse durante un decenio. La guerra de Ucrania nos coloca nuevamente en el paradigma de la guerra en el continente europeo, algo a lo que, por desgracia, parece que nos estamos acostumbrando.